Montañas y tacones lejanos •Capítulo 6•

Richi seguía de morros con Ramiro, la cena con los dos chulazos no había salido como había previsto. Christian había llegado con su hermano, Lucas, que resultó ser mucho más joven de lo que esperaba, unos veintitantos, y era sordomudo. No es que le molestara que fuera sordomudo, pero Christian se había pasado toda la cena hablando con Ramiro de fotografía y preguntando por su exposición, dejando a Richi a solas intentando entenderse con Lucas en una mezcla de lenguajes de signos, pantomima y mensajes escritos en servilletas. Y eso lo tenía muy cabreado.

Aquella tarde estaban probando vestuario y preparando un pase privado, para una productora de cine francesa, que tendría lugar al día siguiente en el showroom del estudio de Tony. Si conseguían un contrato para una película sería una publicidad muy significativa para la firma, un modo de cruzar fronteras y plantarse en la capital de la moda con recato, pero con mucha repercusión. Aunque el modista prestaba poca atención a las posibilidades de aquel salto a la gran pantalla y lo único que ocupaba su mente era cómo llevarse al huerto al modelo de metro ochenta y seis, cuya imagen de cuerpo escultural y musculatura perfecta lucía en ese momento por las vallas publicitarias de media ciudad en un anuncio de Calvin Klein —y que aquella tarde se había traído a la prueba de vestuario a su hermano pequeño, Lucas, que no dejaba de sonreírle—.

—Creo que le gustas —bromeó Ramiro.

—Vete a la mierda. Deberías distraerlo para dejarme vía libre con Christian, me lo debes.

—Lo estás enfocando mal, no puedes ganarte al hermano mayor si no te ganas al pequeño… Se nota que Christian se preocupa mucho por su hermanito.

—¡Tienes razón! Míralo… —Y era cierto que cada pausa que tenía, Christian se acercaba a su hermano y hablaban en el exclusivo lenguaje de signos que solo ellos dos conocían—. ¡Dios! ¡Cómo me pone cuando habla con las manos! Es tan sexy…

Tony bajó al estudio desde su vivienda en la planta de arriba, con una bata china y una taza de té. Cada vez pasaba menos tiempo en el estudio. Parecía encantado de que Richi empezara a tomar las riendas de la firma y le dejara un cómodo papel secundario, haciendo patrones o cosiendo a su ritmo, pero sin la presión y el estrés de tener que terminar una colección o tratar con las empresas y los proveedores. Había cumplido sesenta y cuatro años, había dejado que el pelo luciera blanco y ya no se separaba de sus gafas de lectura, que llevaba con una cadenita dorada que rodeaba su cuello, como las ancianas. Al verlo aparecer con ese aspecto tan cotidiano y descuidado Ramiro recordó la llamada de su madre a la que no había contestado. En la última semana había recibido otras dos llamadas de ese número que seguía ignorando.

A Richi le gustaba mandar. Se plantaba en medio del estudio, con su melena rubia y sus pantalones que marcaban a la perfección el contoneo de sus caderas, y empezaba a dar órdenes a diestro y siniestro como un director de orquesta con una seguridad apabullante. Ramiro podía verlo en los ojos de Tony.

—¿Estás pensando en retirarte? —preguntó discretamente a su viejo amigo, o padre adoptivo.

Tony dejó escapar una especie de gruñido largo que parecía una afirmación. Olía a una mezcla de anís y té de menta, y fue más consciente que nunca de lo mayor que se estaba haciendo.

—Retirarse no es malo.

—Lo hace bien.

—¿Richi? Lo hace estupendamente…, aunque necesita a su lado alguien con un poco más de temple.

—No me mires a mí.

—¿Por qué no? Nada me haría más feliz que dejaros a los dos mi parte de la empresa. Haríais un gran equipo.

—Aún no sé lo que voy a hacer, Tony…

—Lo sé, cielo… —dijo, dándole unas palmaditas en el brazo—. No hay prisa. Tienes muchas cosas en la cabeza ahora mismo…

Y Ramiro se preguntó por un momento si sabría algo de las llamadas de su madre. Quiso contárselo, preguntar qué debería hacer, pero no dijo nada, quizás porque conocía de antemano la respuesta y no estaba preparado para escucharla.

Tony no se quedó mucho por ahí; terminaron al anochecer y dejaron todo organizado para el día siguiente. Ya casi no quedaba nadie en el estudio cuando Christian, el alto, guapo y fornido Christian, se acercó hasta Richi seguido por su hermano, con quien parecía mantener una extraña discusión silenciosa que se traducía en gestos bruscos y rebufos.

—¿Puedo hablar contigo un momento, Richi?

Richi, todo sonrisas, mano en la cadera, la otra jugando con un mechón de pelo:

—Claro —aseguró para luego morderse el labio inferior.

—Mi hermano… —y parecía molesto o incómodo—, que no es muy hábil con las relaciones sociales, insiste en que te diga algo… —Y antes de continuar volvió a mirar a Lucas con gesto de advertencia, a lo que el hermano respondió otra vez con gestos vehementes—. Quiere que te diga que eres muy guapo y que si querrías salir con él.

Ramiro tuvo que apartarse para disimular que casi se atraganta con la risa, mientras que Richi intentaba congelar una sonrisa forzada.

—Vaya, qué monada…

—No tienes que decir que sí, ¿vale? Es que… esto es nuevo para él, y aún no entiende que esta no es forma de pedirle a un chico que salga con él.

—No, claro…, dile que sí…

—No tienes que hacerlo…, se lo puedo explicar…

—Qué va, no seas bobo, tu hermano es un encanto…

Lucas, que era una versión modesta de su hermano mayor, algo más bajo, con rostro infantil y el pelo algo cobrizo, volvía a mandar un mensaje vía su hermano.

—Pregunta si puedo darle tu número de teléfono para que te escriba.

—Claro, buena idea… —Y se dirigió entonces al pequeño de los hermanos en una mezcla de lengua oral y mímica—. Escríbeme…, ¿vale? Y quedamos… —A lo que el chico respondió con una sonrisa de oreja a oreja antes de acercarse, algo titubeante, y plantarle un beso en la mejilla que pilló a Richi desprevenido. Christian le echó a su hermano una mirada de censura antes de despedirse de ellos y llevarse a su pequeño clon a rastras mientras el chico seguía sonriendo sin perder de vista al rubio.

—¡Oh! Eso ha sido muy tierno… —se burló Ramiro.

—¡Vaya mierda! ¿Por qué tiene que pasarme esto a mí? —se quejó el estilista—. Ahora no tengo ninguna posibilidad con Christian, no va a meterse en medio si le gusto a su hermano…

Ramiro se partía de risa.

—Te das cuenta de que hay muy pocas probabilidades de que los dos hermanos sean gais.

—No necesito que sea gay…, me basta con que me eche un polvo…

—¿Por qué le has dicho que sí?

—¿Y qué iba a hacer? ¿Quedar como un capullo? No te rías, no es justo… Y encima voy a acabar de niñera de su hermano, ¿por qué me tiene que pasar esto?

—Venga, el chico es guapo.

—Es un adolescente…

—No puede ser tan joven, ha tardado como ocho años en terminar la carrera… ¿Cómo será el orgasmo de un sordomudo? —Y Ramiro empezó a fingir un orgasmo sin sonido, y Richi no pudo evitar reír con él.

—Igual hace ruidos extraños que te desconcentran… —Se partían de risa.

—Ya me contarás…

—¡No voy a acostarme con el hermano de Christian! —protestó.

—Dale una oportunidad… —respondió su amigo sin perder el sarcasmo—. Tal vez tenga encantos ocultos…

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