Montañas y tacones lejanos •Capítulo 4•

En febrero, la colección otoño-invierno de Tony Valenty se presentó con los diseños de Richi. Hacía tiempo que la famosa firma internacional Alfred & Valenty seguía su curso al margen de sus fundadores. Tras la muerte de Alfred a causa del cáncer, Tony había vuelto al mundo de la moda con una pequeña firma con su nombre, que los accionistas de la empresa que fundó con su pareja treinta años atrás le permitían mantener como un premio de consolación por los servicios prestados. Hasta aquel año, esa pequeña filial había pasado sin pena ni gloria; sin embargo, los nuevos diseños habían dado un aire renovador y fresco a la firma, que estaba dando mucho de qué hablar.

Aquella tarde estaban enfrascados en una sesión de fotos para la línea masculina de la colección. Ramiro, Richi, maquilladores, peluqueros, estilistas y cinco modelos masculinos se afanaban en la sesión fotográfica; y Richi no dejaba de flirtear con uno de ellos: un modelo que pasaba de los treinta llamado Christian, que era un ejemplo perfecto de macho ibérico, con barba de tres días, ojos de mirada gitana, melena morena y un cuerpo de estatua griega que acaparaba con frecuencia las portadas de las revistas de moda.

—Deja de meterle mano a Christian, Richi, alguien podría pensar que es acoso.

—No le meto mano…, solo le ajustaba el pantalón —respondió con una sonrisa maliciosa—. Oh, dios mío, ese hombre me hace sudar… —Hablaban casi en privado mientras esperaban que los modelos terminaran de cambiarse para la siguiente toma—. No dejo de tener imágenes de Christian estampándome contra la pared para follarme salvajemente…

Ramiro, ocupado ajustando la cámara sobre el trípode, se reía.

—Necesitas echarte novio…

—¡Nah! Necesito una polla grande que me abra como a un melón. ¿Has visto el paquete de Christian?… ¡Joder! Debería hacerle un seguro a su entrepierna…

—Es hetero.

—¿Por qué va a ser hetero? ¡Es modelo!

—¿No estuvo casado con esa actriz?

—Cuatro meses. ¿Quién se divorcia después de cuatro meses? Resulta muy sospechoso…

—Sigue fantaseando…

—Bueno, es una bonita fantasía…, aunque seguro que no soy su tipo… Deberías hablar con él…

Ahora Ramiro soltó una carcajada sonora.

—Ya veo lo que intentas, no va a colar.

—No es que pretenda cedértelo, pero no me importa compartir…

—A mí déjame al margen de tus jueguecitos, ¿vale?

—Venga, líate con otro, así puedo decírselo a Iván para que pase página de una vez. ¿No es eso lo que quieres?

—No empieces con eso otra vez…

—Sabes que él sigue esperándote, ¿verdad? —Ramiro resopló molesto, Richi lo presionaba mucho últimamente. No le faltaba razón, estaba alargando demasiado esa situación—. ¿Vas a contarle lo de tu exposición?

—Sí…, supongo que sí…, se lo debo…

—Claro que se lo debes, y le debes algo más. Estás siendo un capullo y lo sabes.

Lo que estaba siendo era un cobarde, pensó Ramiro. Sabía que debía terminar la relación, era lo mejor para los dos, pero no conseguía armarse de valor para hacerlo. La idea de Iván en brazos de otro lo ponía enfermo hasta un punto casi obsesivo. Estaba siendo egoísta y cobarde, quería esperar a olvidarlo lo suficiente, o tal vez aguardaba a que él se hartara e hiciera el trabajo sucio. Por más que intentara apartar su mente de él, no lo conseguía, como no conseguía evitar la tentación de mirar los vídeos que subía Iván a YouTube —puede que fuese el único que lo hacía, aquel proyecto no estaba teniendo el éxito deseado—. Disfrutaba viéndolo hacer aquello que de verdad le gustaba: escalando paredes de roca, saltando de helicópteros, metiéndose en los lugares más inhóspitos de la tierra… y veía su sonrisa. Ese era el lugar de Iván, y sabía que estaba dispuesto a abandonarlo todo por él. No podía permitírselo. Verlo en su esencia le daba fuerzas para evitar la tentación de llamarlo y poner fin a la tortura de su ausencia.

Era mejor así. Iván encontraría a alguien mejor, alguien que encajara en su vida, alguien que no se enfadara si lo cambiaban de destino o viera sus logros como una amenaza. Alguien que no fuese una mentira. Era joven, lo superaría, se volvería a enamorar… En cambio, él, era posible que no lo superara nunca.

La sesión continuó de forma bastante previsible. El estilo de Ramiro había dado un vuelco de ciento ochenta grados, había dejado atrás al fotógrafo inseguro que imitaba a otro fotógrafo famoso, ahora sus fotos tenían una seña de identidad propia, más libre, con ideas sencillas y una naturalidad espontánea de las que carecían su anterior estilo recargado y teatral. El nuevo Ramiro gustaba, no lo llamaban tanto como antes, pero no le faltaba trabajo y, sobre todo, se sentía a gusto con esta nueva etapa, y eso se lo debía a Iván. Había sido junto a él, y por él, que se había permitido el lujo de buscar un lenguaje propio, él había sido su inspiración, y sobre todo el motivo de que se exigiera algo más a sí mismo.

Al terminar la sesión, encendió su teléfono para revisar sus mensajes y, contra su propia lógica, sintió una punzada de decepción al comprobar que Iván seguía haciéndole caso y no lo había llamado. En cambio, se dio con un mensaje de voz de un número desconocido que lo descolocó por completo.

«Ramiro, hijo, soy tu madre…», empezaba una voz enterrada en el pasado con claros signos de incomodidad. «Que…, mira, te llamaba para contarte que tu padre está en el hospital…, tuvo un accidente y…, bueno, está bien, se está recuperando, pero pensé que querrías saberlo…». Luego se quedaba en silencio. «Bueno, pues eso… Nada, hijo, te mando un abrazo», y colgaba.

Ramiro se quedó un rato petrificado en un espacio extraño entre la nostalgia y la rabia contenida. Hacía casi catorce años que no sabía nada de sus padres. Ni una sola llamada, ni una sola vez en todo ese tiempo habían intentado contactar con él. ¿A qué venía esto? ¿Se estaba muriendo su padre y su madre se sentía en la obligación de informarlo? Aunque no era eso lo que había dicho. Por qué llamarlo ahora…, cuando hacía tiempo que había pasado página y ya no los necesitaba. O tal vez… —no quiso pensar en eso—, tal vez fuese su madre quien lo necesitaba a él… Antes de que pudiese llegar a alguna conclusión, Richi se acercó con una noticia excitante.

—Estaba hablando con Christian…, le pregunté si le apetecía salir a cenar o a tomar algo… y dice que «claro», pero que había quedado con su hermano, que si no nos importa que se una. —Y la sonrisa de Richi acompañó sus ojos abiertos como platos—. ¡Hay dos! —exclamó conteniendo un grito de excitación—. Por poco que se parezcan tiene que estar bueno…

—Y también es gay el hermano, claro…

—¡Qué más da! Ramiro, venga —añadió casi haciendo pucheros—. Salgamos a cenar con dos hombres guapos…, nos lo merecemos… Últimamente lo único que hacemos es trabajar.

—Vale, vale…, salgamos a cenar… —Ramiro accedió. Conocía a Christian desde hacía tiempo, se habían encontrado con frecuencia trabajando en el extranjero. Había una especie de hermandad no escrita que hacía que los españoles acabaran juntándose siempre que estaban fuera de su país, aunque fuese solo para hablar en su propia lengua, compartir una comida decente o pasarse información de supervivencia. Le caía bien Christian, era un tipo relajado, no era juerguista, más bien daba la sensación siempre de que preferiría estar en alguna otra parte. ¿Por qué no salir con él? Aunque fuese solo para poder olvidar la no llamada de Iván y esa otra llamada que despertaba emociones que prefería dejar enterradas.

8 replies on “Montañas y tacones lejanos •Capítulo 4•

  • Lia

    En realidad quiero ver que ramiro sufra un poco, Ivan siempre lleva las malas pasadas, a lo que me refiero de que el conozca a alguien es para que no siempre le lleve el juego a ramiro que mire otros horizontes y no solamente a el, y si todos sabemos que acabaran juntos.

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    • Emilio

      Ramiro es buena persona, solo tiene fantasmas que superar, e Iván será quien finalmente se los haga superar (salvo que la autora le haya dado por sacar su lado perverso)

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        • Lia

          Christian sera un rollo mas de ramiro, recuerda que richi dijo, que no se lo iba ha ceder………espero que en la segunda entrega ivan conozca a alguien que lo haga ver realmente como persona o si estar con Ramiro es bueno para el.

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          • Emilio

            En realidad todos sabemos que Iván y Ramiro acabarán juntos pero de por medio sucederán cosas que nos pondrá el corazón en un puño. Hay que darle emoción a la historia, algo tendremos que llorar.

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