Malos deseos, dulces mentiras •Introducción•

Aquí podrás leer de forma gratuita los primeros capítulos de Malos deseos, dulces mentiras, de Laurent Kosta; el nuevo spin-off de la bilogía formada por Montañas, cuevas y tacones y Montañas y tacones lejanos. Porque hay personajes secundarios con historias tan interesantes que merecen ser contadas. Ahora bien, te advertimos dos cositas:

1. Esta novela es para mayores de edad por su contenido sexual.
2. Es una historia adictiva que no podrás dejar de leer.

Aclarado esto, ¡bienvenid@ a este antro!



—¿Ya está? ¿Es todo? —soltó Ramiro sentado al otro lado de la mesa de su despacho.

—Sí, con esto hemos terminado. Al menos el papeleo. La otra parte es la difícil.

—¿La otra parte?

—Superar la pérdida. ¿Cómo lo llevas?

—No era como un padre, ¿sabes? Ya sé que todos pensáis eso, pero no era realmente así…

Ese era Ramiro, siempre protegiéndose de las emociones, no iba a concederse un lamento ni siquiera en ese momento.

—Lo sé. Pero estabais muy unidos.

Ramiro se echó para atrás en la silla, incómodo con la emotividad inevitable de la situación, esquivo, aunque acababa de firmar los papeles de la herencia que Tony Valenti, su mentor, amigo, figura paterna cuando se lo permitía, le había dejado en exclusiva tras su muerte, como si fuese efectivamente un hijo. Pero Víctor no iba a dejarle eludir el tema tan fácilmente, se conocían demasiado para eso.

—Te has quedado huérfano de tus dos padres en el plazo de un año, tiene que ser duro.

—Alfred murió hace años.

—Me refería a tu padre biológico.

—Oh.

Percibió una vez más su incomodidad al haberlo pillado en su propia contradicción. Aun así evitó responder y comenzó a guardar los documentos.

—¿Cómo lo lleva tu hermano?

—¿Romeo? Creo que odiaba a nuestro padre más que yo.

—Bueno, me alegra saber que no te quedas solo… —Ramiro rio, consciente de que su amigo no iba a desistir en su intento de indagar en su estado de ánimo—. ¿Qué tal las cosas con Iván?

—Bien. Como siempre.

—¿No hay planes de volver a España?

—La verdad, una vez que le pillas el gusto, África mola. Estamos muy bien allí.

—¿Puedo preguntarte una indiscreción? —Aguardó un instante y el gesto curioso de Ramiro lo invitó a continuar—. ¿Le eres fiel?

—¿Y eso…? ¿Es una proposición…?

—No, por supuesto que no… Es solo curiosidad. Me resulta tan extraño imaginarte en una relación monógama.

Y entonces los dos rieron porque sabían muy bien a qué se refería.

—Ya. Bueno…, si te soy sincero, ni siquiera me lo planteo. Supongo que cuando encuentras a esa persona…, ya sabes, «la adecuada», como dicen…, no lo sé, no resulta tan difícil. —El gesto de Víctor contuvo una idea…—. ¿Nunca has tenido a alguien así?

Víctor se quedó pensativo.

—Sí —confesó al fin—. Sí que hubo alguien. Pero él no me encontró a mí.

—Vaya, no tenía ni idea. Eso sí que es una putada… ¿Alguien que yo conozca? —bromeó, y las sonrisas le quitaban peso a la charla personal, al menos hasta que volvió a hablar Víctor.

—¿En serio me lo preguntas?

Y de golpe las palabras sobraban, pues los dos sabían de más a qué hacía referencia, y el silencio se llenó de miradas nostálgicas.

—Venga ya, Vic. Tú y yo nunca tuvimos nada serio.

No había planeado esta confesión, aunque sí había imaginado esa misma conversación en un millón de escenarios distintos; por lo general con un desenlace muy diferente. Ya era tarde para dar marcha atrás, así que Víctor se sumergió en ese discurso que había meditado tantas veces, pero que nunca se había animado a revelar.

—Solías venir cuando necesitabas hacer una pausa en esa vida díscola que llevabas. Te presentabas en cualquier momento, sin previo aviso, más de una vez me despertaste de madrugada…

—Joder, es verdad. Vaya, lo siento, debía ser un grano en el culo…

—No. Me gustaba que llegaras de forma inesperada, y que fuera mi casa el lugar que escogías para darte un respiro. Decías que era tu refugio para desintoxicarte… Te quedabas unos días, haciendo un poco de vida sana, y luego volvías a esfumarte, igual que habías llegado. Sabía que presionarte no serviría de nada, así que esperaba, con la esperanza de que algún día, tal vez, te cansaras definitivamente de tu vida alocada y caótica, y… te quedaras para siempre…

Quedaron en silencio, y Víctor descubrió en su mirada que jamás había sospechado hasta qué punto lo había amado, y lo seguía amando. ¡Estúpido romanticismo!

—Joder, yo…

—No te disculpes. —De golpe se sintió ridículo, absurdo—. Tú nunca prometiste nada… Me gusta Iván. Me gusta la versión de Ramiro con Iván… —Y sonrió para asegurarle que todo estaba bien, que hacía tiempo que otro tipo de afecto había sustituido al deseo—. Me alegra que seas feliz —aseguró.

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